Limbo amoroso

Siglos ha que no escribo, más que nada porque no tengo ordenador (de momento), así que aprovecho que estoy en casa de Ángel para escribir como una auténtica pija. Lo primero que quiero decir es que soy oficialmente barcelonesa, le he pillado el gusto a los Gin&Tonics. Y a Marula, de hecho creo que deberían ponerle mi nombre a una baldosa o algo ya.

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Party hard

Ahora ya la chicha, el post de hoy, lo que es la parte jugosa. La entrada de hoy también es una sugerencia de Tronicus, y esta vez trata de lo siguiente: Qué hacer cuando estás bien y mal a la vez con tu pareja. Lo que yo llamo inercia amorosa, vamos.

No quiero entrar en el tema de que no creo en el amor, pero vamos, que ahí lo dejo. El caso es que la mayoría de la gente nos embarcamos en relaciones por razones que para nada son de peso: frivolidad, necesidad de cariño, inseguridad, soledad, atracción física y sexual… Y claro, estas relaciones dan para más bien poco. Las basadas en la amistad y todas esas milongas en teoría son las bonitas, el problema es que a mí no me nacen, un amigo es un amigo y punto (y así me va, de culo).

Pero empiece como empiece la relación, y probablemente si empieza sobre los sólidos cimientos de una amistad, va a terminar de la misma manera: con esa etapa de inercia en la que la relación se mantiene por diversos motivos:

  • No estar solo
  • No tener que volver a empezar desde cero con otra pareja
  • Miedo a enfrentarte a la reacción de tu pareja (la cual, en muchos casos, está pasando por el mismo trago)
  • Cosas en común. Y con cosas también me refiero a personas.

Es esa etapa en la que las mujeres dejamos de tener ganas de jugar a las cartas con nuestra pareja. Y en la que ambos estamos, pero por estar, ni bien ni mal, es una especie de limbo emocional. Apatía constante. ¿Quieres ir al cine? Vale (al menos así no tendremos que esforzarnos en hablar o en estar bien durante dos horas), me apetece. ¿Dónde cenamos? Donde quieras. ¿Pedimos por teléfono y lo tomamos en casa? Sí, mejor, no me apetece arreglarme. Cenar en silencio, lavarse los dientes uno junto al otro sin mirarse y hacer caras estúpidas. Darse la espalda en la cama. Levantarse cuando suena el despertador sin preocuparse porque él esté bien tapado.

No odias a la otra persona, simplemente cada vez te importa menos. Y cuanto menos te importa, más sientes que estás perdiendo el tiempo. Aún así sigues con ella porque recuerdas lo chachi pistachi que era todo al principio. Aunque bueno, de manera bastante más difusa que al principio.

¿Mi conclusión? Somos gilipollas un poco estúpidos. La vida es corta. ¿Merece la pena perder el tiempo en algo que se está agotando poco a poco? Soy fan incondicional de la eutanasia amorosa, del desamor asistido. Aunque haya practicado todo lo contrario hasta ahora.

Y podéis pensar que es triste, que hay que formar una familia y todas esas cosas. Que de mayor estaré sola y blablabla. Puede ser, soy muy frívola, tal vez el día de mañana aparezca alguien que me fascine lo suficiente como para quedarme toda tonta y me pille. Y tal vez esa persona no me considere suficiente, o sí y sea la repera. Pero hoy por hoy, con mi edad y a estas alturas de la película, creo que prefiero no vivir en un estado de amargura constante.

Con Dios.

Ojos que no ven… imaginación que vuela

Bueno, los que me sufran sigan en Twitter, saben más que de sobra que mi novio está de Erasmus, en Dinamarca. Uh, erasmus, orgasmus, cuernos, sodoma y gomorra, danesas, nórdicas buenorras. Que sí, que vale, que os den. Que os den, pero voy a escribir sobre ello.

Soy plenamente consciente de que las estadísticas juegan en mi contra y de la serie de factores que hacen de Dinamarca un país ideal para cometer adulterio:

  • Las mujeres danesas son las terceras más guapas del mundo según un estudio que me toca mucho los pies muy interesante.
  • Las mujeres danesas son las mujeres más liberales sexualmente del mundo según otro estudio que ya llega a tocarme los cojones también me resulta de lo más interesante.
  • Hace frío y el calor humano no deja de ser una opción atractiva para combatir las bajas temperaturas.
  • Comparte piso con una danesa (ver los dos primeros puntos).
  • Aunque la beca erasmus se dé para estudiar, no veo muchas fotos de mi novio con libros en la mano. Sólo sujeta botellas de cerveza. No merece las gafas de pasta que porta con tanto estilo.
  • Le gusta hacerse fotos muy geniales que a mí me tocan las narices el alma.
  • Haber sido colaboradora de ESN no ayuda demasiado, he visto fiestas erasmus, las he organizado, sé lo que hay.

¿Qué he hecho yo para dejar de pensar en la infidelidad?

  • Apuntarme al gimnasio. Sí, puede parecer ridículo, pero creédme, cuando tengo agujetas no puedo acordarme de Héctor, porque me pongo a llorar y me duele el abdomen. Entonces entro en un bucle infinito de muecas, dolor, lloros, más dolor y más muecas.
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Yo en el gimnasio, esta mañana, agujetas

  • También lo he borrado de Facebook. ¿Por qué? Porque así no veo las fotos tan preciosas que suben sus amigas. Y, ojos que no ven, corazón que no siente. El problema es que tengo una imaginación desbordante y ahora no paro de dar por hecho que su muro de Facebook está lleno de fotos de él bebiendo chupitos directamente del vientre plano de una rubia despampanante.
  • Y, bueno, otras vías de escape que he descubierto para no dejar volar mi imaginación son: Las patatas bravas, los cereales rellenos de leche de Mercadona, los nachos y las palomitas. Y el vino. Sobre todo el vino.

Bueno, que no quiero pensar. Me voy. Pero amenazo con volver. Con Dios.

Hi-Fi

El tema de hoy es un poco deprimente, os aviso ya de antemano, para que luego no me digáis cosas feas como «emo de mierda» o «bohemia hipster petarda»  o incluso «Isabel Coixet». Hoy voy a hablar (otra vez) de la fidelidad. Bueno, de lo poco que se estila. Es que el asunto es serio.

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Eh eh, que esto es serio

No voy a acusar a los hombres de ser los que siempre son infieles, las mujeres también lo son, y mucho, no me incluyo en este saco porque no me considero una persona infiel (algo bueno tenía que tener), aunque sí soy una persona difícil de contentar; rasgo intrínseco en la mujer. Eso es así, lo siento, si no os interesa, haber sido gays.

Hoy no voy a hablar de la infidelidad en la juventud, no tiene sentido; la gente a nuestra edad no valora las relaciones como se valoran a partir de los 30-35 años. A nuestra edad queremos pasarlo bien, terminar los estudios que estemos realizando y pensar en lo genial que será nuestra vida cuando nos independicemos. Si aparece alguien afín a nosotros con quien nos sintamos a gusto, genial; pero no es una prioridad. Pero a los 30-35 años todo cambia, por algún motivo, la gente empieza a querer cierta estabilidad emocional, a formar una familia y, en el 90% de las veces, a cagarla meter la pata con decisiones poco acertadas. «¿Decisiones poco acertadas? ¿Como cuáles?» os preguntaréis. Tranquilos, ¡realizaré una de mis listas para responder a vuestras preguntas!

  • No tener en cuenta que la pasión siempre desaparece.
  • No tener en cuenta que para siempre es, si tienes suerte y no la palmas joven, mucho tiempo.
  • Dejar a las amistades anteriores y crear un grupo de amigos común formado por parejitas más o menos felices.
  • No hacer nada por evitar la rutina en casa.
  • No hablar sobre qué hacer cuando la pasión desaparezca.

A todo esto hay que sumar los baches que vienen de serie en una relación seria, con matrimonio e hijos:

  • La crisis de los 30 en las mujeres.
  • La crisis de los 40 en los hombres.
  • La crisis de los 40 en las mujeres.
  • La crisis de los 50 en los hombres.
  • La depresión post-parto.
  • Las estrías post-embarazo.
  • La menopausia en la mujer.
  • Los cambios de humor de la mujer.
  • Las secretarias sexies.
  • La UEFA, la Champions, los Mundiales, las Eurocopas.
  • Lo golfos que son los hombres.

Partiendo de la base de que todos los hombres son infieles, llegamos a la siguiente pregunta: ¿Por qué nos emperramos en esperar de ellos fidelidad total hasta el día del Juicio Final? No va a pasar, van a ser infieles tanto en obra como en pensamiento, si ya vamos con la idea de que eso va a suceder, la decepción será mucho menor. No habrá drama. Ni problemas. Ni complicaciones. Que una persona no vaya a ser nuestra exclusivamente no quiere decir que no nos quiera. Tampoco nosotros vamos a ser exclusivamente de nadie, nuestro cerebro se va a veces. Nadie es un santo. Absolutamente todas las mujeres casadas de más de 40 años que conozco babean por alguien de su trabajo; y, no son infieles a sus maridos, porque con su objeto de deseo no tienen ni la más remota posibilidad, si no, vaya que si lo serían, jugarían a las cartas en cada mesa de la oficina, contra cada archivador y hasta sobre la Nespresso.

También hay que decir que hay hombres que reprimen esos impulsos porque su cabeza impera sobre su As de Bastos, esos hombres son ejemplares únicos que deberían estar expuestos en vitrinas en los principales museos del mundo. No abundan, pero alguno hay, así que no deis por hecho que vuestra pareja es uno de estos ejemplares únicos; porque, querida, las estadísticas juegan en tu contra. Luego mira, si tienes suerte, ¡esa alegría que te llevas!

Creo que está bien por hoy, que tengo mucho que hacer y muy poco tiempo. ¡Con Dios!

Relaciones perversas

Vale, veo que habéis visto la sección de propuestas, ¿que por qué lo sé? Porque he recibido feedback, como a todos os gusta llamarlo, yo lo llamo “opiniones”, pero bueno, como ahora lo moderno es decirlo todo en inglés… Pero eso da igual, lo importante es que me habéis enviado temas interesantes sobre los que escribir, sobre todo Agu, que me ha pedido un post sobre gatos, filias raras que todos tenemos, nada grave.

Yo leyendo vuestro feedback

Yo leyendo vuestro feedback

El tema que he elegido es el de las relaciones perversas. Me lo han pedido así, tal cual, me han dicho «habla sobre las relaciones perversas y sus límites, si son adecuadas y si pueden llegar a convertirse en otro tipo de relación». Veamos, para mí, la perversión y las relaciones son dos temas muy amplios. Vamos, que hay varios tipos de relaciones perversas y no todas son necesariamente malas. Pero lo que en realidad quiero decir con «hay varios tipos de relaciones perversas» es que voy a hacer una de mis listas, una de esas listas que tanto me gustan. ¿Por qué? My blog, my rules.

Relaciones perversas de…

  • Jueguecitos extraños pero consensuados. En mi post sobre los tipos de relaciones las mencioné, lo perverso no siempre es malo, si las dos partes están de acuerdo, sigue siendo perverso, pero de una manera muy lúdica. La clásica “perversión sana”.
  • 50 sombras de Grey igual no; pero 30, sí. Bueno oye, si a ella le va que la azoten y a él le gusta azotar, no hay nada malo en el asunto. Nadie habla de una habitación llena de gigantes ases de bastos hechos de látex y pinzas para los copones. Que oye, si a los dos les gusta, pues es muy lícito; mientras dejen bien claras las señales antes de empezar la partida de mus
  • Uno siempre tira y el otro siempre afloja. Sobre este tipo de relaciones ya he escrito un precioso post enterito, además con vehemencia, como uno escribe cuando está hasta las narices de que lo mangoneen.
  • Sigo enamorado de mi ex y tan solo te estoy utilizando para darle celos. Éstas a mí, llamadme rara, pero no me hacen ni fruta gracia, eso sí es perversión y lo demás es tontería. Aquí hay que pasar las rupturas con dignidad, llorando en casa, no joribiando a otra persona que no tiene culpa alguna. Habrase visto.

Vale, una vez establecido esto, pasamos a la siguiente parte: ¿Me conviene una relación perversa? Para contestar a esa pregunta, primero tienes que hacerte otra, una pregunta muy pero que muy importante; me atrevería a llamarla una pregunta mortal de necesidad: ¿Quiero tener una relación tranquila y convencional?

Si la respuesta a esa pregunta es sí, entonces no te conviene una relación perversa de ninguno de los tipos. ¿Por qué? Porque si buscas una relación tranquila y convencional, no estarás abierta a jueguecitos como pueden ser ver tontear a tu pareja perversa con otra chica delante de ti. Además, una relación perversa rara vez alcanza otro nivel de relación; más que nada porque cuando un hombre establece unas normas, esas normas se convierten en normas impepinables, puedes adaptarte y sufrir, o bajarte del carro antes de terminar llorando mientras ves una película de Ryan Gosling. Pero, bajo ningún concepto te creas lo que pasa en esa mierda de libro obra maestra de la literatura universal llamada 50 Sombras de Grey. Los hombres no cambian, esto no es Disney.

Pero quiero aclarar una cosa, que el chico en cuestión quiera una relación perversa no quiere decir que no le gustes; simplemente puede que no esté hecho para mantener una relación convencional. Las relaciones perversas (salvo por los dos últimos tipos) son muy estimulantes; bastante más que las convencionales. Además, qué narices, ¡somos jóvenes! ¡Toca vivir la vida! De todos modos, tú decides qué quieres, ahí ya no puedo meterme yo, ya he opinado más que suficiente sobre el tema. Además, es viernes y no me da la vida para más.

A los demás, no dudéis en enviarme propuestas, es divertido. Con Dios.

Tipos de relaciones

Hoy me he despertado antes de que sonara el despertador, lo cual me ha dado un aire atormentado y profundo que, en realidad, no es más que sueño. Mucho sueño. Este fin de semana me he dedicado a atormentar a mi compañero de piso con dos películas de las que hacen llorar, a mí por lo menos (Jeux d’enfants y Where The Wild Things Are), así que el karma me lo ha devuelto con este maldito insomnio matutino.

Gracias insomnio

Gracias insomnio

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Conocer a su familia

Hola a todos, feliz mierda de lunes, os escribo desde mi sofá, porque ahora teletrabajo, como una auténtica vago freelance, esto tiene sus ventajas, pero también sus desventajas; pero ya hablaré de ellas, porque dan para un post (y de los largos) y no me quiero salir de mi guión, hoy voy a hablar de algo mucho más importante, el momento clave en toda relación que se precie, el turning point: el día que conoces a su familia.

Shit starts to get serious en este momento, conocer a la familia de tu pareja puede ser difícil o muy difícil, dependiendo de lo educada que seas tú; si eres educada, modosita y sabes estar no debería ir demasiado mal; pero si eres una choni de barrio, hija mía, jamás te van a querer para su querido hijito. Partiendo de esta base, y asumiendo que no te comportas como un potro salvaje cuando la situación requiere simpatía y saber estar, empiezo con lo mío. Sigue leyendo

La anti-lista

Me aburro supinamente. No sé por qué, no tengo tiempo para ello. Llevo todo el día de un sitio para otro, que si universidad, que si oficina, que si clases, que si hostias en vinagre; pero bueno, así dejaré de poder echarle la culpa de los kilos que he cogido desde que estoy en Valencia al sedentarismo para pasar a la cruda realidad: la comida china y el helado.

Pero el aburrimiento no es lo que me ha traído aquí de todos modos, sino mi necesidad de hablar sobre qué no hacer si quieres tener una pareja estable. O ligar en general. O qué narices, conseguir que un chico se interese por ti. Porque es muy fácil conseguir a un chico para un rato. Para el primer rato. Lo difícil es conservarlo, o al menos hacer que él tenga ganas de compartir más momentos contigo. Tanto si sólo quieres partidas de cartas ocasionales como si quieres algo serio, hay una serie de puntos o unas bases fundamentales que debes tener claros. Sigue leyendo

Diccionario Mujer-Castellano

Sé que he desaparecido repentinamente, incluso en Twitter he estado más ausente. Me gusta echar la culpa de esto a la sobrecarga de trabajo, pero en realidad no ha sido más que la típica semana sin inspiración. Pero vamos, que tampoco debería flagelarme demasiado, he ido a ritmo de post por día, llegará un momento en el que no queden temas y entonces sí que escribiré mierda de verdad. Pero bueno, que tampoco ha sido sólo falta de inspiración, trabajo he tenido bastante también, no os creáis.

Lo siento, soy una mujer muy ocupada

Lo siento, soy una mujer muy ocupada

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Motivos

Desde que nacemos, las mujeres tenemos el control sobre los hombres en una cosa muy importante: cuándo nos apetece y cuándo no nos apetece jugar a las cartas con nuestra pareja.

Aparte de eso, somos superiores en algunas otras cosas:

  • Mentir sin titubear.
  • Poner excusas sin balbucear.
  • Manipular sin sentirnos culpables.
  • Fingir alegría cuando ganamos a las cartas.
  • Sobrevivir una semana solas sin desayunar, comer y cenar pizzas precocinadas.

Los hombres saben hacer estas cosas también, pero deben de tener dañado el córtex encargado de no parecer idiotas, en el más serio y estricto sentido de la palabra, cuando mienten. ¿Alguna vez habéis visto a un niño de seis años diciendo “yo no fui” mientras sujetaba una pelota con la mano derecha y escondía con sus piernecitas un jarrón roto? Pues a los 20, lo mismo. A los 30, siguen igual. Sigue leyendo