Etiquetas

Hola a todos. Parece que voy siguiendo un buen ritmo y que la inspiración sigue aquí; aunque, afortunadamente, no estoy tan emo-depresiva como la semana pasada (le echo la culpa a ser mujer, seguro que vosotras lo entendéis). Podríamos decir que parece que estoy pasando por un buen momento: cada vez tengo más cariño a mis amigos, estoy contenta en el trabajo, Barcelona me gusta cada día más y, TAL VEZ, no nos volvamos locos, esté ligeramente ilusionada por algo.

Aparte de eso, pues mucha fiesta y tal, disfrutando las vacaciones:

fiesta

más fiesta

Ahora voy a empezar a hablaros del tema por el que he venido: las etiquetas. Como si de un Zara se tratara, nos encanta catalogarlo todo, clasificamos absolutamente todo, incluso a las personas. Y, por eso (además de porque me encanta), voy a hacer una breve lista de las categorías que solemos establecer, para que veáis que tengo razón y eso:

  • Compañeros de trabajo. Dentro de este grupo tenemos:
    • Compañeros a los que dices «hola» y «adiós»
    • Compañeros con los que no sales de fiesta pero a los que tienes un poquito de cariño
  • Amigos. Gente a la que apreciamos, con la que salimos y a la que escuchamos y todo eso. Pero no es tan sencillo, dentro de esta categoría nos gusta establecer subgrupos, por no mezclar churras con merinas:
    • Amigos del trabajo
    • Amigos de la Universidad
    • Amigos del pueblo
    • Amigos del instituto
    • Amigos de la infancia
    • Mejores amigos
  • Amigos con derecho a roce. No los englobo dentro de la categoría de «amigos», porque eso sería mentir. Están en un limbo categórico que se encuentra suspendido entre «amistad», «relación» y «OMG WHAT HAVE I DONE».
  • Rolletes. Es un amigo con derecho a roce sin la parte de la amistad. La típica persona a la que sólo llamas para jugar a las cartas. Si acaso cenas un día, pero vamos, que es una mera formalidad.

Y ahora llegaría el momento de empezar con los eufemismos, porque sabéis de sobra en qué terreno farragoso voy a entrar. Sí sí, no os hagáis los tontos, os empiezo a notar el sarpullido. Atención, voy a decir la palabra. Voy a hablar de la categoría de NOVIO. Qué susto, ¿eh? El caso es; que, por algún motivo, evitamos esa palabra a toda costa.

Todos hemos estado en alguna relación en la que pasaba esto. Es más, a mí siempre me ha costado pronunciar esa palabra. Voy a ir más lejos, aún la sigo pronunciando con voz rara, como más grave, para hacerla menos seria. Algo del estilo de:

– ¡Hola Sara! ¡Cuánto tiempo!

– ¡Hola! ¿Cómo te va?

– Muy bien, aquí, dando un paseo. ¿Quién es él?

– Es Calimero, mi nooooooviiiiiiiiiooooooo.

– ¿Estás bien? ¿Te pasa algo en la voz?

– Sí sí. De lujo, la garganta bien.

Y ahora no leáis esto como si estuviera loca, sé que lo habéis hecho alguna vez. Y también habéis hecho lo que voy a hacer a continuación: Utilizar eufemismos para referiros a la persona con la que salís. Ahí van:

Es un amigo. Un clásico. No hace falta nada más, si fuera un amigo de verdad, lo habrías presentado como «un amigo de la Universidad/un amigo del pueblo/mi mejor amigo».

– Bueno, le estoy conociendo. Este eufemismo me encanta. Conocemos a muchas personas, pero cuando decimos «le estoy conociendo», lo que en realidad estamos queriendo expresar es un «jugamos a las cartas y me gusta mucho, nos damos mimitos por las mañanas».

– Es ______ [nombre propio y mirada de «ya sabes»]. Esto se utiliza cuando la persona con la que estás hablando ya sabe quién es él, aunque sea por lo que tú le has contado. El típico momento en el que te encuentras a una amiga y todo tu cuerpo está quieto pero tus ojos están diciendo mil cosas a la vez, y dando saltitos, hasta les salen flechas señalando a tu amigo.

Luego ya está el momento pareja en el que, los novios (os juro que la palabra me da como cosilla, no es broma) hablan sobre el tema. Esta conversación suele tener lugar después de llevar unas semanas quedando después de la primera partida de cartas y suele ir más o menos así:

– ¿Qué somos?

– No sé, ¿para qué ponerle nombre? Lo pasamos bien juntos y eso es lo que importa.

– Es verdad.

(La pareja sigue con sus moñerías)

Todo esto es muy cierto, y estoy súper de acuerdo, pero no va con nuestra naturaleza de catalogar humanos. Necesitamos ponerle un nombre a la cosa ésta. Se podría usar «compañero»; pero, por algún motivo esa palabra me suena fatal, debe de ser porque llevo toda la vida oyendo «la asesinó su compañero sentimental de un brutal golpe»; me suena terriblemente agorero. Está la opción «pareja», pero vamos, que ese término se lo han cogido los gays y ahora ya es como «voy a ir a la fiesta con mi pareja» y automáticamente todo el mundo asume que esa persona es homosexual. Es como quitarle a las pijas el monopolio de las Converse rosas.

Y luego ya está mi teoría: La teoría de las personas favoritas. Nacemos en una familia que no podemos elegir, podemos tener suerte o no; pero ésa es otra historia. Afortunadamente, sí podemos elegir el resto de personas de las que queremos rodearnos. Elegimos a unas cuantos humanos dentro de los siete mil millones que hay en la Tierra y pasamos tiempo con ellos. Ésas son nuestras personas favoritas. Pero claro, dentro de ese grupo hay alguien más favorito aún: la persona más favorita; aquélla con la que podrías estar tranquilamente mirando al techo sin decir nada y aún así ser feliz. Creo que me he explicado, ¿no? Esa persona no siempre es la misma, puede cambiar, a veces eso no dura siempre; pero vamos, que a grandes rasgos va de eso.

Y yo creo que por hoy ya está, no os vayáis a acostumbrar a los textos interminables éstos, que algún día me quedaré sin temas. Con Dios.

Un comentario en “Etiquetas

  1. Me a gustado mucho el post estas dando con
    el martillo adecuado y apuntalando en la buena dirección
    Sara Doe, la verdad es que es intachable que tus comentarios no
    sean ciertos,pues lo son y creo que te entiendo perfectamente,
    Doe, no busques,la chispa surge sola…

    Me gusta

Deja un comentario